La ropa de segunda mano: de la necesidad económica al apego a la nostalgia



La revolución industrial no solamente marcó un hito en el aceleramiento de los avances tecnológicos del mundo entero, sino que también, dio pie a que el crecimiento del consumismo y la creación de bienes crecieran de forma acelerada, tanto, que ahora la producción de artículos como las piezas de ropa, se han convertido en una problemática ambiental a la que, tanto las personas como marcas y empresas del sector, han querido buscar una solución.

El concepto de moda rápida es considerado como un término bastante nuevo que se originó a partir de que marcas conocidas como Zara pudieron vender tendencias a una velocidad récord a precios asequibles, pero "moda rápida" es en realidad solo un término dado a un sistema de producción en constante evolución que ha ido cobrando impulso desde el siglo XIX.



¿Qué marca fue entonces la primer minorista verdadera de "moda rápida"? La respuesta no es muy clara, ya que muchas de las empresas que conocemos como líderes en la industria hoy en día, incluidas Zara, H&M, Topshop y Primark, comenzaron como tiendas más pequeñas en Europa a mediados del siglo XX.

Todos se centraron en ropa de moda asequible, finalmente se expandieron por Europa y se infiltraron en el mercado estadounidense en algún momento de la década de 1990 o 2000, gracias a un rápido crecimiento definido por la reducción de costos, un precio con el que el consumidor final ahorra, pero que todos terminamos pagando si lo vemos desde el punto de vista del daño que se causa al medio ambiente.


La democratización de la moda: un problema ambiental


Las marcas de moda rápida recibieron rápidamente una aceptación general en el mercado, y es que su adopción por parte de celebridades y miembros de la realeza y la política como Kate Middleton y Michelle Obama, han convertido la moda desechable en un nuevo modelo de negocio que permite la producción en masa, y es que la democratización de las prendas a partir de su bajo costo y facilidad de adquisición, permite que más personas se comuniquen a través de su estilo, independientemente de sus antecedentes sociales y económicos.





"El modelo de comprar, tirar, comprar, tirar, comprar, tirar... no es una apuesta sostenible para el medio ambiente"

Alex Cánovas

Teniendo en cuenta el largo camino de la producción globalizada, parece increíble que ahora vivamos en una época en la que puedes comprar una prenda desde el teléfono momentos después de que haya desfilado por primera vez en la pasarela.

Por supuesto, también debemos reconocer que existen problemas importantes con nuestro sistema de moda actual, como prácticas laborales injustas y cantidades catastróficas de desperdicio. En una industria que históricamente se ha centrado en moverse más rápido, es hora de considerar reducir la velocidad, al menos lo suficiente para ser más conscientes de las compras que hacemos. 


Afortunadamente, la conciencia ecológica de los amantes de la moda ha tomado al medio ambiente y su cuidado como un punto de partida para presentar iniciativas que buscan reducir (y poder erradicar en un futuro) la contaminación textil, tanto en su fabricación como en su desecho.

Bajo esta premisa, y con el golpe económico que representó la pandemia por Covid-19 en todo el mundo, la ropa de segunda mano se ha convertido en parte del sustento y en una actividad remunerada que, de forma indirecta, ha ayudado al medio ambiente, ya que los consumidores han adquirido prendas ya creadas, dejando de lado la adquisición de piezas de reciente fabricación.



Si bien recientemente se han popularizado términos como upcycling, pre-loved y pre-owned, lo cierto es que, sea cual sea el término que se le da a la ropa de segunda mano, cada vez que repetimos una prenda es un gran respiro para el planeta.