Carlos Alcaraz, de 22 años, ya ha ganado cinco títulos de Grand Slam y aspira a convertirse en el mejor tenista masculino de su generación. Pero nunca se había enfrentado a un rival como este. El retador, poco conocido al otro lado de la red, tiene una técnica poco convencional y una silueta poco atlética. Sin embargo, el menos favorito intuye que este es su momento, se mueve con rapidez (para su nivel) hacia la red y bloquea el tiro del español con una volea de revés angulada. Alcaraz se queda paralizado. El campeón de Roland Garros de este año y finalista de Wimbledon solo puede observar cómo la pelota bota dos veces: una victoria limpia.
“Simplemente pensé en remontar poco a poco: un punto, luego otro, luego otro, sobre todo esos tres”, dice. “Cerrar un Grand Slam es muy, muy difícil, así que sabía que tendría oportunidades. Por eso mantuve la calma. Sabía que no iba a ser fácil para él”. Incluso al borde de la derrota, nunca pareció inmutarse ni verse derrotado. ¿Es su confianza interior tan inquebrantable o es simplemente un buen actor? “Era un poco la imagen que quería dar”, sonríe. “En ningún momento dudé de mi regreso, pero obviamente hay que mostrar confianza en uno mismo en todo momento. En cuanto muestras debilidad ante el otro, ya está: estás perdido”.
Imágenes | Cortesía | IMAXTREE
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